jueves, 23 de agosto de 2018

¿HAY ALGUIEN AHÍ? LO QUE LA CIENCIA SABE, LO QUE LA CIENCIA IGNORA, LO QUE LA CIENCIA FICCIÓN IMAGINA. AUTOR: ISAAC ASIMOV



INTRODUCCIÓN

Es bien sabido que soy un escritor de ciencia-ficción. También se sabe que soy miembro de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston. En consecuencia, es natural que a menudo se me pregunte qué opinan mis colegas del hecho de escribir obras de ciencia-ficción.

Tal vez quien tal pregunte tenga la impresión de que tropiezo con ceños fruncidos y miradas desaprobadoras; que mi camino se halla erizado de espinos sobre los que yo ando descalzo, y que mi carrera profesional se ve obstaculizada y desviada.

Para mí resulta un poco desalentador tener que negar el drama, pero lo cierto es que mi vida profesional no es dura. Algunos colegas míos ignoran que escribo ciencia-ficción, y no creo que les importase el saberlo. Otros están enterados de ello, y lo consideran simplemente como otra idiosincrasia académica. Algunos son apasionados lectores de tales novelas y leen a menudo las mías..., espero que complacidos. Y unos cuantos, por el cielo, también son escritores de ciencia- ficción.

Esto no quiere decir que no hubiese una época en que yo mismo me pregunté si resultarían compatibles una carrera académica y una reputación como autor de ciencia-ficción.
La posibilidad me asaltó con toda su fuerza en junio de 1949, cuando tuvieron lugar dos acontecimientos. Primero, estaba a punto de ingresar en la Facultad. Segundo, acababa de vender mi primer relato de ciencia-ficción a « Doubleday y Compañía» , e iba a aparecer como un « libro regular» .

Llevaba once años escribiendo narraciones de ciencia-ficción para las publicaciones y revistas del género, pero siempre había pensado que se trataba de un oscuro ejercicio del que se derivaba un secreto entre los exóticos aficionados a esa literatura y yo. Sin embargo, un libro era diferente, porque no podía mantenerlo en secreto.
Afortunadamente, no me hallaba inmerso en ningún dilema, ni me veía acosado por ninguna incertidumbre. Desde muy temprana edad supe que me gustaba escribir y también que, si algún día me veía obligado a escoger entre la literatura y otra profesión elegiría la primera. (Conocer por anticipado el curso de acción personal a emprender, procura una gran paz mental, y a esto atribuyo yo estar libre de úlceras a pesar de un estilo de vida compuesto casi exclusivamente de titulares).

Por tanto, no veía la necesidad de actuar con vacilación. Si alguna vez tenía que enfrentarme con una elección, era ahora. Y así, le pedí una entrevista al decano.
—Señor —le comuniqué cortés, pero firmemente—, como ya sabe, soy el nuevo instructor de Bioquímica. Sin embargo, creo justo manifestarle que dentro de unos meses verá la luz mi primera novela de ciencia-ficción en un volumen y la Facultad de Medicina se hallará identificada indirectamente con él.
—¿Es una buena obra? —me preguntó el decano a su vez. —En la editorial « Doubleday» así lo creen —respondí cautelosamente. —Entonces —decidió el decano—, me encantará identificarme con él. Y así fue. En los años transcurridos desde entonces, nadie de la Facultad se ha opuesto a mis escritos de ciencia-ficción, al menos delante de mí, y, que yo sepa, tampoco a espaldas mías.

En mi cerebro tuvo lugar otra crisis cuando empecé a publicar libros científicos. En 1952, fui coautor de un libro de texto de bioquímica para estudiantes de Medicina, y desde aquella época he publicado muchos libros científicos sobre una amplia variedad de temas.
Al principio, pensé que tal vez resultaría mejor usar un seudónimo. —Vamos, Asimov —murmuró a mi oído, un editor fantasma—, no podemos arruinar la venta de un libro serio, haciendo que sus probables lectores digan: « Esta obra no puede ser buena, ya que la ha escrito ese autorzuelo de ciencia- ficción» .

Me dispuse a librar batallas homéricas, pues decidí firmar con mi nombre todos mis libros. (En primer lugar, me gusta mi nombre; en segundo, soy una persona centrada en sí misma; en tercero, me siento orgulloso de la ciencia- ficción y de mi lugar en la misma, por lo que no deseo que se la insulte).

¡Ay! Las batallas homéricas no se libraron jamás. Ningún editor, ni uno solo, se opuso nunca al halo que la ciencia-ficción ha puesto alrededor de mi cabeza. Incluso observé que, en muchos casos, las minúsculas biografías insertas en las solapas de mis libros científicos mencionaban mi cualidad de autor de ciencia- ficción como prueba de que yo era un escritor de calidad.

Lo cual me condujo al bastión final de la posible falta de apreciación de la gente en general. La buena ciencia-ficción, al fin y al cabo, atrae a las minorías, de eso no hay duda. Las válvulas de escape que, necesariamente, debían de atraer a un auditorio más vasto y variado, tenían que descartarse. Esta razonada conclusión quedó destruida con la llegada de la era espacial en 1957. De repente, el público en general y hasta la parte menos culta de ese público, se sintió profundamente interesado por los temas más extraños. Y empezaron a desear leer artículos relativos a los asuntos situados en las fronteras de la Ciencia, y asentirse cada vez más atraídos por los relatos de ciencia-ficción.

De nuevo encontré que mis antecedentes como autor de ciencia-ficción no obstaculizaban en nada mi carrera; al contrario, la ayudaban. Me pidieron que escribiera diversos artículos que unos años atrás no me habría atrevido a escribir siquiera. Fingiendo indolencia, los escribí y no tardé en descubrir que, a pesar de conservar mi puesto en la Facultad, tenía que abandonar la enseñanza. Y ahora me he convertido en un escritor profesional.

¡Qué distinta es la situación de ahora a la de 1949, por ejemplo! Entonces, yo estaba convencido de trabajar en completa oscuridad, y que si se me formulaba la pregunta ¿Hay alguien ahí? con respecto a mis lectores, la respuesta procedería de un inmenso vacío:
—Solamente nosotros, los partidarios de la ciencia-ficción, Asimov. Mas ahora, cuando considero la larga lista de escritos diversos de los que soy responsable (todos basados en mi reputación como escritor de este género literario), sé que la respuesta sería muy diferente y halagüeña para mí.

Y para completar el círculo, de nuevo estoy en « Doubleday» , donde se publicó mi primera novela. Estos caballeros están totalmente dispuestos a publicar una colección de mis artículos dispersos en multitud de revistas, revisados y puestos al día. Varios de dichos artículos tratan de temas de ciencia, algunos de cálculos y especulaciones, y otros de ciencia-ficción..., las tres patas de mi trípode.



ISAAC ASIMOV ha escrito alrededor de 350 libros sobre innumerables temas. Ha sido llamado « el Balzac de la ciencia y de la ciencia-ficción» (Publishers Weekly) y es tal vez el más conocido y, ciertamente, el más apreciado de todos los autores de ciencia-ficción. Su « ingenio, sabiduría y sentido de lo maravilloso» (Washington Post) ha hecho que se vendiesen en todo el mundo más de diez millones de ejemplares de sus obras. Su Trilogía de la Fundación ganó un premio Hugo como « la mejor serie de ciencia-ficción de todos los tiempos» , y Los Límites de la Fundación, cuarta obra de la serie, ganó también un Hugo como mejor novela de ciencia-ficción de 1982.


DESCARGAR

No hay comentarios:

Publicar un comentario