martes, 16 de febrero de 2016

INTELIGENCIA COLECTIVA

PIERRE LEVY

Aunque [este libro] fue publicado en el 2004 [en español], bajo el auspicio de la Organización Panamericana de la Salud, en sus 142 páginas nos conduce a una temática transversal de la cibercultura pocas veces tratada en los miles y miles de artículos y textos que se distribuyen por la red. La idea de habernos convertido o vuelto a ser un planeta nómade, la exploración del concepto de vínculo social y su relación con el conocimiento, la noción misma de inteligencia colectiva, las comunidades inteligentes, el espacio del saber, los instrumentos de navegación y los objetos del conocimiento nos involucrarán rápidamente en esta percepción y perspectiva del mundo actual. Es una lectura obligada para todos aquellos que se preocupan por la educación o están inmerso en la tecnología. Aquí les dejamos un fragmento del Prólogo.
“Nos hemos vuelto nómadas de nuevo. ¿Qué quiere decir esto? ¿Se trata de viajes de placer, de vacaciones exóticas, del turismo? No. ¿De la ronda de los hombres de negocios y de gente apresurada alrededor del mundo, de un aeropuerto a otro? Tampoco. Los “objetos nómadas” de la electrónica móvil no nos acercan tampoco al nomadismo de hoy. Esas imágenes del movimiento nos remiten a viajes inmóviles, encerrados en el mismo mundo de significaciones. La carrera sin fin por las redes de la mercancía es quizás el último obstáculo para el viaje. Moverse, ya no es desplazarse de un punto a otro de la superficie terrestre, sino atravesar universos de problemas, de los mundos vividos, de los paisajes de sentido. Estas derivas en las texturas de humanidad pueden coincidir con las trayectorias balizadas de los circuitos de comunicación y de transporte, pero las navegaciones transversales, heterogéneas de los nuevos nómadas exploran otro espacio. Somos inmigrantes del subjetivismo. El nomadismo de este tiempo tiene que ver ante todo con la transformación continua y rápida de los paisajes científico, técnico, profesional y mentales. Incluso si no nos moviésemos, el mundo cambiaría alrededor de nosotros. Pero nosotros nos movemos. Y el conjunto caótico de nuestras respuestas produce la transformación general. ¿Este movimiento no reclama de nosotros alguna adaptación racional y óptima? ¿Pero cómo saber que una respuesta conviene a una configuración que se presenta por primera vez y que nadie ha programado? ¿Y por qué querer adaptarse (¿adaptarse a qué exactamente?) cuando se ha comprendido que la realidad no se planteaba ahí, exterior a nosotros, preexistente, sino cuál era el resultado transitorio de lo que hacíamos juntos?
                                                                                                                                                                                         

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